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«Es muy frustrante extender la mano a una persona y que te la pise para coger la mano de su maltratador»

X, dieciocho años. Esta joven dominicana vivió cómo maltrataban a su hermana mayor con solo nueve años. Una circunstancia que hizo, de su vida, un caos. La preocupación, el miedo y el deseo de que aquella pesadilla acabara recorrían su cuerpo. Hemos hablado de cómo lo viven las mujeres maltratadas, pero la familia es otra de las piezas fundamentales en este puzzle. Ahora, esta dominicana, que vive en Palma de Mallorca, estudia con el objetivo de no repetir conductas y ser una chica independiente.

P- ¿Cómo te enteraste de que tu hermana estaba siendo maltratada?

R- Ya desde hacía varios meses sospechaba que le maltrataban porque el comportamiento de mi familia era un poco extraño. Yo solo tenía 9 años. Hasta que un día mi hermana llegó a mi casa llorando y muy asustada. Tenía golpes por toda la espalda. Al parecer, su pareja le había pegado con una correa. En aquel momento todos lo sabíamos menos mi madre, que se encontraba trabajando en España. Pero llegó un momento que la situación se descontroló y tuvimos que contárselo. Él consumía droga, y mientras más consumía, más pegaba a mi hermana.

P- ¿Desde cuándo tu hermana estaba siendo maltratada?

R- Pues se ve que llevaba mucho tiempo, más de dos años. Primero ella no decía nada porque no quería que mi familia se pusiera en contra de él. Y una vez que todos lo sabíamos, fue su pareja el que le separó de la familia y no permitía que tuviera contacto con nosotros.

P- ¿Y cómo lo viviste tú, contabas con el apoyo de alguien?

R- En mi casa ese tema se hizo muy importante, ya nadie se callaba nada y todos nos apoyábamos los unos a los otros. Hablábamos constantemente de ello y buscábamos alguna solución. El problema era que mi hermana no se dejaba ayudar.

P- ¿Cuándo fue la vez que peor lo llevaste, recordemos que solo tenías 9 años?

R- Una vez que él vino a mi casa y quería matar a mi hermana ahí dentro. Él había pegado a mi hermana porque no le había conseguido dinero para la droga y no le quería devolver a la niña. Al final, nosotros pudimos quitarle a la niña pero se puso histérico y vino con un machete a mi casa y rompió todos los cristales, pegó puñetazos a la puerta, tiró gasolina para prender la casa, tiró piedras… hasta que vinieron los vecinos y la policía. En ese momento, mi hermana lloraba, muerta de miedo, no sabía que hacer. No quería que le hicieran daño a su pareja, pero tampoco a su familia. Y por otro lado, mi abuela estaba sangrando del brazo porque un cristal le había dado.

Después él se fue corriendo, y cuando volvió nos juró que nos iba a quemar a todos dentro de la casa. Desde esa noche, no dormimos nunca más tranquilos. Estuvimos más de un mes haciendo guardias por las noches para que no nos hiciera nada. En ese momento, mi hermana no estaba con él porque nosotros no le dejábamos que tuvieran contacto alguno.

P- ¿Después de todo esto, tu hermana continuó con él?

R- Sí, claro. Él siempre encontraba la forma de comunicarse con ella y le hacía irse con ella. Los recursos que utilizaba era o llamar en las horas que sabía que no había nadie en casa (al medio día cuando mi abuela dormía) o mandaba a alguien a llamar. Me acuerdo una mañana que él me cogió cuando salía de la escuela. Me paró y me dijo: dile a tu hermana que me busque dinero, que ella sabe que me tiene que buscar dinero y si no me lo consigue, te voy a matar a ti. El miedo recorrió mi cuerpo. A partir de ahí, empezaron a llevarme a la escuela y a recogerme cada día. No quería salir sola a la calle, me daba pánico.

P- ¿ Cómo le sentó a la familia que tu hermana volviera con esta persona?

R- Pues fatal, imagínate. Con todo el esfuerzo que nosotros habíamos hecho por ella, habíamos tenido muchos problemas, mi abuela se había enfermado aún más por la preocupación que esto le había supuesto. Ella decía que lo iba a dejar, venía a casa llorando para que le apoyáramos y después volvía con él. Bastaba que él viniera a buscarla que ella rápidamente se iba con él.

P- ¿Lo denunciasteis alguna vez?

R- Sí. Como mi hermana siempre acababa volviendo con él, la última vez lo denunciamos por el maltrato que le había hecho a mi abuela y por las amenazas a toda la familia. Y le pusieron una orden de alejamiento. Pero todo esto por parte de la familia porque ella no se dejaba. Y teníamos tanta miedo hasta el punto que contratamos a una chica que estuviera interna para que cuidara de mi abuela y de mi, mientras los otros trabajaban. Entretanto, mi hermana continuaba con él y era mi madre quien mantenía a su hija.

P- ¿Qué tipo de maltrato sufría tu hermana, solo físico o también psicológico?

R- Los dos. A parte de pegarle también le insultaba, le amenazaba y le obligó a prostituirse para conseguirle dinero para la droga. Además, si mi hermana le decía que la niña necesitaba leche, él le decía: ¡no, la niña no come!

Y después, hasta que ella no le conseguía la cantidad que él pedía, no le devolvía a la niña. Era su manera de amenazarla. Él alomejor tenía a la niña sin comer todo el día y cuando ella volvía de prostituirse tenía que ir a casa de sus suegros a pedir leche para el bebé. También tengo constancia que cuando él se iba de casa a drogarse o a buscar otras mujeres, encerraba a mi hermana y a la niña con un candado para que no pudieran salir. Esto ha propiciado que la niña sea una antisocial. Hoy en día, la niña tiene 7 años y no sabe relacionarse con los niños, es muy solitaria.

P- ¿Qué argumentos utilizaba tu hermana para justificar que seguía con él?

R- Es que llegó un punto que ella le tenía pánico. Yo se que si sigo lejos de él me va a matar, nos decía mi hermana. Ella decía que le quería, que era el padre de su hija y que no quería estar en esa situación. Por ello, se mudaban constantemente, en busca de tranquilidad, de que él cambiara. Algo que nunca pasó, ya que el fallo no era el ambiente sino él. Al ser drogaticto, intentó muchas veces dejar la adicción, pero siempre volvía a caer (dice con voz quebrada). Mi hermana se quedó muy demacrada, no comía ni podía descansar.

P- ¿Crees que tu hermana fue egoísta?

R- Sí (contesta muy convencida). Egoísta porque no pensó en su hija. A lo mejor ella lo hacía pensando que era un bien, pero seguro que si ella hubiera actuado con firmeza, cuando nosotros decidimos apoyarla y denunciar, si ella no hubiera vuelto, entonces habría evitado el sufrimiento de la niña y el nuestro. Si mi hermana quería sufrir, pues que hubiera seguido sufriendo, pero nosotros no teníamos por qué pasarlo mal. Ella en ningún momento pensó en nosotros, en mi madre. Y lo peor de todo, es que hizo todo esto porque lo quería, porque era el chico que le gustaba. Y a ella, eso, era lo único que le importaba.

P- ¿De qué manera te ha repercutido en tu vida vivir ese tipo de situaciones?

R- Pues he tenido que madurar antes de tiempo. Nunca he podido ser una niña. Con nueve años me enteré de que mi hermana estaba siendo maltratada y, desde ahí, mi vida cambió. Yo veía como mi familia se destruía y no podía hacer nada. Mi madre entró en depresión y no quería hablar conmigo por teléfono porque solo lloraba, mi abuela se enfermó mucho más, cosas que yo me callaba pero que me dolían profundamente. Toda mi familia estaba pendiente de mi hermana y su hija, como es normal, pero yo en ocasiones eché en falta ese cariño familiar, más apoyo, que alguien se preocupara por mi.

P- ¿Crees que fuiste víctima de ese maltrato?

R- Pues claro, desde el momento en que me enteré. Siempre intenté ayudarla pero no se dejaba. Y aunque era a ella que pegaba o insultaba, tanto a mi como a mi familia también nos amenazaba. Y desde el momento en el que te posicionas, ya estas entrando en su juego. Al final, de alguna manera nos convertimos en sus enemigos porque nosotros no queremos que esté con esa persona que le hace daño. Es muy frustrante extender la mano a una persona, y que te la pise para coger la mano de su maltratador. Aún así, el amor a una hermana es incondicional y volvería a hacerlo.

«Empezó a insultarme muy a menudo, como si fuese algo rutinario»

X (1992, Palma) es una joven, estudiante de derecho, que lleva tres años con su actual pareja. Al año de estar juntos empezó a sospechar de que su novio, de 23 años, estaba maltratándola psicológicamente. Generalmente los jóvenes no se percatan de ello y asocian erróneamente la violencia de género solo con la violencia física. Manteniéndolo en secreto, esta joven mallorquina lucha por salir de esta pesadilla.

P: ¿Cómo te diste cuenta de que sufrías violencia de género?

R: Me di cuenta cuando empezó a insultarme muy a menudo, como si fuese algo rutinario. Estaba asustada y comencé a informarme sobre esos temas hasta ver que se trataba de violencia de género. Además, este comportamiento me resultaba muy extraño porque yo en mi casa nunca he vivido eso. Tanto mi padre como mi madre nunca se han faltado al respeto y siempre han intentado educarme para ser independiente y no dejarme faltar por mi pareja.

P: ¿Cuándo te diste cuenta de ello?

R: Me di cuenta al primer año de estar con él aunque realmente no lo asimilé y me intentaba autoconvencer de que aquello no me estaba ocurriendo. Es casi imposible imaginarse que te está sucediendo a ti (se queda pensativa). Por ello, lo negué durante mucho tiempo y no lo acepté hasta hace poco cuando el psicólogo de mi novio me lo dijo.

P: ¿De qué manera te está maltratando?

R: Me controla mis amistades, mis estudios, me insulta, me humilla, me amenaza… Me hace sentir culpable, todo lo que viene siendo maltrato psicológico. De hecho, también me controla los horarios. Y es que no puedo llegar más tarde de las 10 de la noche a mi casa.

P: ¿Estás haciendo algo para remediarlo?, ¿has pensado en dejarle?

R: Sí, y lo estoy haciendo (afirma con seguridad). El primer paso ha sido que él se ha dado cuenta de que me maltrata y lo hemos hablado. Además, ahora acude a un psicólogo para intentar cambiarlo. Y sí, me he planteado dejarle (dice con la voz quebrada), pero por ahora no quiero. Si lo hago sería el primer paso para contar que he sido maltratada y no me gustaría que la gente de mi entorno lo supiera.

P: ¿Cuentas con el apoyo de alguien?, ¿qué gente de tú entorno lo sabe?

R: No cuento con el apoyo de nadie porque no se lo he contado a nadie. No es fácil decirle a tus padres que su hija se deja maltratar, ni contarle a tus hermanos lo que te hacen o incluso a tus amigas que les tienes más confianza. Y no lo es porque sé que todos me juzgarían. Nadie sabe por lo que pasas y lo que es verdaderamente ser maltratada. Sé que me dirían que le dejara o le denunciara y me mirarían con cara de pena. Me avergüenza el saber que yo lo soy y que he fracasado como persona, como hija y a mí misma No me siento con derecho de pedirle respeto a mi pareja cuando ni yo me respeto. Realmente los únicos que lo saben son sus padres, e incluso su madre me aconseja que lo deje porque me asegura que esa es la vida que me espera con él.

P: ¿Te da vergüenza que los demás sepan que estás sufriendo maltrato? ¿Crees que influyen los estereotipos que hay sobre la violencia de género o sobre el agresor?

R: Sí que me avergüenza y mucho, pero no creo que me influyan los estereotipos sino que soy más bien yo misma. Aunque parezca que hoy en día se sabe mucho de maltrato realmente no se sabe nada. Se creen que una mujer maltratada es una mujer sumisa y yo no soy para nada ese estereotipo de mujer maltratada que la gente cree. Todas las mujeres por fuertes que seamos podemos caer en el maltrato. Tampoco creo que haya un estereotipo de ello, cualquiera puede serlo. Hay una línea muy fina entre lo que una persona puede hacer o decir y lo que no y esa línea la puede cruzar cualquiera.

P: ¿Tiene tú novio algún problema con las drogas, el alcohol o el dinero?

R: Sí, tiene problemas con las drogas. La gente cree que fumar porros no afecta y no se dan cuenta de que es un problema grave. Si eres una persona drogodependiente, cambian tus impulsos y actitudes. Tanto es así, que incluso cruzas la línea y te conviertes en un maltratador, que ni tu mismo puedes controlar. Creo que el gran problema de los jóvenes es que consumen mucha droga y no son conscientes de todos los efectos negativos que ello conlleva.

P: ¿Hay un estereotipo de víctima?

R: Creo que no. Todas podemos ser maltratadas. Yo misma era de las que decía: “a mi en la vida me pisará un hombre” La cuestión es darse cuenta a tiempo y pararlo, pero sobre todo, que nunca se nos olvide querernos a nosotras mismas. Pero la realidad en ocasiones varía . Y realmente cuando te ocurre, estas palabras ni se recuerdan ni mucho menos se cumplen.

P: ¿Crees que es posible que los mitos sobre la violencia de género desaparezcan?

R: Claro que es posible. Con más información podrían desaparecer. Todo es posible y nunca debemos olvidar que los extremos son malos, tanto el machismo para los hombres como el feminismo para las mujeres porque realmente a nosotras, las mujeres maltratadas, tanto el uno como el otro nos está haciendo mucho daño y son parte de estos estereotipos.

P: ¿Qué aconsejas a las demás jóvenes que están en tu situación y no saben que hacer?

R: Que no tengan miedo, que se puede salir y que hablen con alguien aunque no le conozcan, pero que se desahoguen. Somos muy jóvenes, hay que ser fuertes y mirar por una misma. Tenemos dos caminos a elegir: una vida entera sometida o una vida feliz. Pienso que, sobre todo, es muy importante educarse ahora que estamos a tiempo para poder ser independientes y controlar nuestro futuro.

«El problema es que mucha gente piensa que una mujer es maltratada porque quiere»

Paquita López (Palma, 1971) deambula cada día por la ciudad en busca de un plato de comida, pero sobre todo de conversación. Criada en un orfanato, Paquita ha sido maltratada en numerosas ocasiones por sus parejas pero ahora, a sus 43 años, se siente más fuerte que nunca por haberlo podido superar.

P: ¿Cómo es sufrir violencia de género y no sentir el respaldo de nadie?

R: Muy duro. Ya desde pequeña tuve una vida turbulenta. Me crié en un orfanato y fui maltratada por mi padre y los educadores sociales. Posteriormente, en varias relaciones he sufrido maltrato, tanto físico como psicológico. Al no tener el respaldo de nadie he aguantado cosas intolerables. En concreto, mi último compañero me echaba a la calle en plena madrugada o cambiaba el candado y tenía que dormir en la calle. Aún así, no se me ocurrió dejarlo. Era mi único apoyo, aunque también mi hundimiento.

DSC_1370P: ¿Si hubieses tenido apoyo, hubieras denunciado lo que te paso?

R: Yo siempre he denunciado. Mi última pareja tenía varias órdenes de alejamiento que nunca cumplió (se enciende un cigarrillo). También denuncié a mi primer novio después de recibir una paliza que me dejó en coma. Esto me ocurrió en Madrid y cuando pude regresar a Mallorca le denuncié y lo detuvieron. En realidad no siempre lo he denunciado. Recuerdo una noche con mi última pareja que por no querer mantener relaciones sexuales ese día me cogió del cuello y empezó a darme puñetazos y después me violó. Cuando me levanté para irme, él con un palo en la mano, me dijo “piensa que no vas a salir por la puerta”. El miedo recorrió todo mi cuerpo y me volví a acostar en la cama. Esa noche no dormí.

P: ¿Crees que socialmente está mal visto ser una persona maltratada?

R: A veces sí. El problema es que mucha gente piensa que una mujer es maltratada porque quiere. Una frase que he escuchado en numerosas ocasiones y que me molesta profundamente. Una vez le expliqué a una mujer que si una persona todavía no ha conocido su autoestima, que empezó a ser maltratada desde pequeña, y que no tiene un techo o un plato de comida, se conforma con cualquier cosa. Yo solo he buscado una cosa en los hombres (pega una calada al cigarrillo), y es el cariño que no he recibido en  mi infancia.

P: Según un estudio sobre mujeres que duermen en la calle, el 100% de ellas han sido maltratadas, ¿por qué crees que pasa esto?

R: Porque no tenemos otro apoyo. Por tener un techo aguantamos de todo, ¿o no?. En numerosas ocasiones asistentas sociales me han ofrecido vivir en un albergue pero mi respuesta siempre ha sido la misma, para aguantar a 20 borrachos yo prefiero aguantar a uno.

P: ¿Tiene más dificultades, en cuanto a credibilidad, a la hora de denunciar una persona que tiene un aspecto más deteriorado?

R: Sí (contesta inmediatamente antes de acabar la pregunta). Yo misma he sentido que me creían menos por mi aspecto. En concreto, cuando recibí la primera paliza que me dejó en coma, al despertar fui al hospital de La Paz de Madrid y los médicos no me querían atender por la peste a cangrena que hacia. Tuve que ir a otra clínica, que esta sí me atendió y me escayoló la pierna. También me han llegado a llevar muy grave a Son Espases y una enfermera decir “esta es una indigente que se espere”.

P: ¿Por qué crees que mucha gente relaciona la violencia de género solo con el maltrato físico?

R: Porque el psicológico no se ve a simple vista. En numerosas ocasiones, cuando me iba con el autobús hacia casa, por el camino ya iba pensando en lo que me esperaba. Y tenía tanto miedo que muchas veces me quedaba a dormir en un cajero automático por miedo a lo que me fuera a decir. Tenía más miedo al maltrato psicológico que no al físico. También me acuerdo un día que me senté encima de mi novio y me dijo: quítate que hueles. Otro día, estando con los amigos en un bar le dijo un amigo, Manuel ha dicho tu mujer, y él le interrumpió diciéndole: “no es mi mujer es mi compañera de cama”. Son palabras que duelen y te hunden.

P: Antes de que te pegara por primera vez tu pareja, ¿tú te sentías maltratada?

R: No. Yo me di cuenta de que aquello no iba bien cuando me pegó la paliza que me dejó en coma. Anteriormente yo no me sentía maltratada, aunque ya en aquel entonces no me trataba bien. Era demasiado joven e inocente y no tenía la experiencia que tengo ahora. Hoy en día, lo puedo percibir al primer grito o insulto que me lanzan, antes no. Aún así, he seguido siendo maltratada por otros hombres.

P: ¿Qué aconsejas a las personas que estén sufriendo maltrato?

R: Que empiecen a quererse a ellas mismas. Y al primer golpe, retirada. No tienen que esperar un te quiero ni un perdón. El amor se demuestra de otra manera y nadie es mejor que nadie. Y doy este consejo como mujer maltratada, algo que yo no he cumplido.  Y yo no lo he cumplido porque hace poco tiempo que me di cuenta.

P: ¿En qué te ha perjudicado más ser víctima de la violencia de género?

R: En mi autoestima (se enciende otro cigarro). A mis 43 años que tengo, solo hace 5 años que he conocido mi autoestima. Antes, me daba tanta vergüenza que no me paraba a hablar con nadie. Después de vivir todo lo que he vivido, lo primero que perdí fui mi autoestima. Llegué a tal punto que no quería ni mirarme a los espejos. Me hacía una coleta rápido y salía de casa. Afortunadamente eso ya ha quedado atrás.

P: ¿Cómo la has recuperado?

R: No es fácil recuperar tu autestima cuando la tienes por las cloacas.  En realidad no se cómo lo hice para darme cuenta, fue algo confuso, pero a partír de un día decidí empezar a quererme. Un día me iba a una manifestación y a medio camino dije para qué voy a ir si no voy a conseguir nada y me giré. Pero noté como un golpe por dentro y algo me dejo en mi interior: sigue para adelante. Y lo conseguí hacer. Además para mi es muy importante el reconocimiento de la gente de la calle, sobre todo de los jóvenes que me dicen: ¡Paqui que guapas vas! Eso me va llenando (le sale un media sonrisa) y me da fuerzas para quererme cada día un poco más.

El punto débil: la autoestima

Por qué te pones ese vestido si ya te he dicho que no me gusta, lo haces para provocar a otros hombres”. Esta puede ser una frase muy sonada en la mente de mujeres maltratadas. Y es que el maltrato no solo consiste en hacer daño físico, sino que va más allá. En concreto, Luis Bonino psiquiatra y director del Centro de estudios de la condición masculina hace referencia a un concepto: el micromachismo.

Los micromachismos sirven para mantener el dominio y la superioridad de los hombres frente a las mujeres. Así, con una actitud violenta y chulesca, atentan contra la autoestima de la mujer. Pero el mayor problema radica en que al tratarse de maniobras habituales, en ocasiones encubiertas, no parecen dañinas. Incluso se pueden presentar a anteriores situaciones de violencia física. Entre estas maniobras destacan la insistencia abusiva y la intimidación. Por un lado, el hombre persiste en imponer su punto de vista hasta que la mujer cede por cansancio. Y por otro lado, el maltratador insinúa que si no le obedece, puede suceder algo.

Estas escenas posteriormente serán reforzadas con regalos o signos de arrepentimiento para mantenerla junto a él y así evitar que actúe denunciando o acabando con la relación. Se trata de una ideología ambivalente que combina refuerzos y castigos, dificultando a la mujer detectar la situación para actuar. Un problema que se puede agravar aumentando las reincidencias.

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Más víctimas del maltrato: familiares y amigos

Las víctimas de un maltrato son múltiples. Y es que los perjudicados pueden ir desde la joven adolescente que está siendo maltratada por su novio, hasta el sufrimiento que esto produce a su familia y amigos. ¿Y qué pueden hace para ayudarla? Es fundamental que el círculo de amistades y familiares más cercano sepa que no deben dejarla sola. La familia puede hacer mucho en este proceso de recuperación. Así lo afirma la guía ¿Qué hacer si mi hija es maltratada? de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres.

Una vez las situación se ha asumido, es muy importante crear un clima de confianza. “Y si su hija tiene confianza, no insista en obtener detalles ni relatos más extensos, tenga paciencia y espera a que ella lo quiera contar”. Es muy importante crear vínculos con la víctima y no dejar que el maltratador la aisle.

Pero si por lo contrario, la hija no ha dicho nada, se debe intervenir en el primer momento que sospeche o intuya que su hija puede estar siendo víctima de violencia de género por parte de su pareja. No hace falta esperar a ver golpes o marcas en su cuerpo. Puede acudir a un servicio de asistencia especializado en tratar la violencia de género, que tenga asistencia a mujeres jóvenes, y allí podrá recibir información y ayuda para saber cómo ayudarla.

En el caso de las amistades cercanas, desconocen la profundidad y gravedad de la violencia, aún cuando a veces han presenciado discusiones entre la pareja, que no asocian a una conducta violenta, y no creen que esas peleas se podrían repetir y agravar en otras circunstancias. Nadie piensa que él puede pasar a la violencia física cuando la pareja se quede a solas. Por ello, deben ser muy observadores y deben avisar si ven actitudes extrañas.

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Análisis relaciones entre adolescentes: “Mi novio me controla lo normal”

Cada vez más adolescentes sufren y ejercen violencia machista. Así, en 2013 aumentó un 5% el número de menores maltratadores que fueron juzgados, según fuentes oficiales. Y es que los adolescentes tienden a tolerar determinadas relaciones abusivas por desconocimiento de la materia, por interpretación errónea y por tener creencias distorsionadas entorno al amor y a las relaciones de pareja. Por todo ello, los jóvenes se convierte en un público más vulnerable.

Los adolescentes solo creen que hay maltrato cuando hay agresiones físicas graves. Así, según el estudio realizado por la psicóloga Ana Merlas, un 80% de las chicas y un 75% de los chicos no relacionan la falta de amor con el maltrato. “Piensan que se puede agredir, hacer sufrir y causar daño, a alguien que queremos” afirma Ana Merlas. Esta creencia hará que todos los mitos y actitudes enmascaren la violencia de género. ¿Y a qué mitos y actitudes hacemos referencia? Al control del tiempo, del dinero, de la ropa, de las amistades, la familia, proyectos, actividades, etc. Pero también la coacción, el chantaje y las amenazas, e incluso insultar y zarandear a la pareja lo pueden considerar “normal”.

Los cuentos de hadas a menudo empiezan a destruirse cuando hay un intento de control por parte de la pareja. La violencia de género en los jóvenes puede tener como consecuencia el desarrollo de depresiones, el abuso de alcohol y otras drogas, las relaciones sexuales no seguras o el fracaso en los estudios. Unas consecuencias que han hecho de esto, un problema social.

Una solución para eliminar este conflicto, según Ángel Hernando, son los programas preventivos de la violencia llevados a cabo en el ámbito escolar. Así, se consigue eliminar los mitos e ideas erróneas subyacentes en los jóvenes. Además, estos programas favorecer el desarrollo de habilidades a los jóvenes para ser capaces de afrontar los conflictos, mostrando pautas de actuación e informando de los recursos existentes en caso de agresión o maltrato. Y finalmente, capacitarlos para detectar y reconocer el maltrato físico, psicológico y sexual.

Análisis: Efectos en la escuela de vivir violencia en casa

En los hogares familiares en los que se sufre maltrato de género no hay una sola víctima. Para un niño presenciar actos de violencia o incluso vivirlos directamente supone un trauma que repercute en su propia forma de ser y de relacionarse. Es por ello que los hijos sufren numerosos problemas de socialización, principalmente en la escuela, que dan como resultado, en la mayoría de los casos, un peor rendimiento escolar.

La ONG Save The Children destaca que los niños que soportan situaciones de maltrato doméstico se vuelven inseguros o agresivos, se aislan y se estresan con mayor facilidad. El cúmulo de esas sensaciones provoca que en la escuela tengan problemas de integración y déficit de atención. Esta misma organización aseguraba, en 2010, que había al menos 800 mil niños en España sufriendo las consecuencias de la violencia de género. Casi el 10% de la población infantil española.

Así como reconoce la Academia Americana de Pediatría, para un niño ser testigo de violencia doméstica puede ser tan traumático como ser víctima de abusos físicos o sexuales. Los padres son la estructura del hogar y la falta de un pilar sólido en casa provoca a los niños trastornos de autoestima o retraimiento que les desconecta de sus obligaciones educativas.

Una solución para evitar este fracaso escolar, según el Instituto de la Juventud, sería prevenirlo desde la propia escuela. Está claro que una buena base de conocimiento es esencial para prevenir y ayudar a los niños que viven esta situación. No obstante, fatal más. La creación de servicios de apoyo por parte de las consejerías de Educación, de programas específicos de detección de niños víctimas o las visitas de psicólogos especializados, podría ser una manera de empezar a cambiar el panorama y ayudar a estas víctimas, todavía secundarias.

¿Se te ocurren otras posibles soluciones?